M.Palou-Bosch
ANAMIB
25-06-2022
SERVICIO DE SALUD BALEAR ESTRESADO
El 25 de mayo de este año, la cronista Sabrina Vidal (Ultima Hora, Palma de Mallorca), entrevista a Macià Tomàs, jefe del servicio de Prevención y Salud Laboral de la Comunidad Balear.
Algunas de las manifestaciones del experto me han llamado la atención, pues siguen reflejando lo que la asociación ANAMIB lleva diciendo más de una década: el problema de la desorganización en las empresas, tanto privadas como de carácter público.
Así, el Sr. Tomàs manifiesta que “el porcentaje de las bajas por causas psiquiátricas ha subido un 11% [a partir, en especial, de la pandemia covid]”. Para definir “causas psiquiátricas”, acudimos a Mayo Clinic (mayoclinic.org):
Enfermedad mental, también denominada «trastorno de salud mental», se refiere a una amplia gama de afecciones de la salud mental, es decir, trastornos que afectan el estado de ánimo, el pensamiento y el comportamiento. Son ejemplos de enfermedad mental la depresión, los trastornos de ansiedad, los trastornos de la alimentación y los comportamientos adictivos.
Por mi parte, diferencio causas psiquiátricas de psicológicas, que muchas veces se confunden, pues la psicología clínica no tiene por qué tratar enfermos mentales, mientras que la psiquiatría tiene como objetivo esencial o primario tratar las afecciones en el ámbito mental.
Antiguamente, podría definirse la enfermedad mental como aquella en la que existe cierto grado de enajenación. Pero hoy en día sabemos que pueden existir afecciones clínicas que no impliquen grado alguno de enajenación (aunque sí sufrimiento). Por tanto, hay que centrarnos en tres conceptos generales: la depresión, la neurosis y la enajenación (generalmente esquizofrenia; que no conducta esquizoide).
Sabemos también que la psicología puede ayudar, puede ser un complemento para la psiquiatría, pues ésta se concentra más en la neurología, en los trastornos bioquímicos del individuo, mientras que la psicología trata en mayor ámbito el comportamiento humano y la manera de reconducir la falta de adaptación al medio. Por ello, la psiquiatría, como especialidad médica, acude a la farmacología para acceder a modificar o atender al sistema neuronal. Sin embargo, la psicología tiene como función acceder a los pensamientos del individuo, y ver de qué manera transformar conductas que le son nocivas.
He querido realizar estas definiciones porque el Sr. Tomàs, a mi entender, concentra (supongo que por deformación profesional) todas las posibles afecciones dentro de la especialidad médica, siendo que no todos los casos, necesariamente, deban acceder a desequilibrios químicos, sino más bien a los de carácter intelectual, imaginativo, cultural, social, moral, etc.; en definitiva, en el ámbito del sistema referencial que el sujeto tiene para atender o asumir la realidad de su medio: saber observarlo, identificarlo, analizarlo y establecer estrategia y tácticas para sobrevivir al mismo. El sistema de referencias, frente a la presión exterior, debe ser tratado y, en la medida de lo posible, ser trasformado.
Aunque, esta posible falta de daño neuronal no implica falta de desequilibrios: angustia, zozobra, ansiedad, malestar y otras sensaciones y sentimientos que provocan dolencia. Y este dolor inmaterial sí puede llegar a afectar al sistema neuronal, y desde ahí al organismo en general: afecciones cardíacas, afecciones dermatológicas, musculares, etc. Y, de ahí también, entrar en un caos físico-psíquico que da lugar a patologías médicas.
O sea, que el sufrimiento mental, tanto controlado como descontrolado, supondrá un deterioro para el organismo del individuo, bien sea a corto, medio o largo plazo. Por tanto, naturalmente, es necesario que sean atendidos tales padecimientos, achaques o alteraciones emocionales para que el afectado pueda seguir adelante.
En el caso que analizamos, vemos que los trabajadores o empleados han sufrido un estrés excesivo que ha producido una depresión, o algún grado de depresión. El abatimiento emocional es una pérdida de energías mentales que impide seguir con la vida normal, impide enfrentarse a las novedades o problemas. El fantasma de la depresión creo que está siempre detrás del desasosiego y desanimo. Y dependiendo del grado depresivo y de la capacidad del afectado, nos encontraremos con determinados tipos de neurosis; y, de ésta, ir degenerando en situaciones paranoides y psicoides que, a la larga, pueden transformarse en posibles paranoias y psicosis. Es muy importante, entonces, acurrucarse en un entorno de apoyo y arropamiento, de comprensión y confianza para que la persona afectada pueda ir superando su cansancio.
Insiste, el entrevistado, en que “la mitad de las consultas de Atención Primaria están relacionadas con la salud mental”. Supongo que casi todos conocemos algunas frases repetidas por los especialistas de la salud: “no encontramos razón física o química para su problema; hay que suponer que su dolor es algo somatizado; debe intentar tranquilizarse, hacer ejercicio, no abusar del alcohol ni del tabaco”.
En algunas entrevistas, con expertos de la salud, me han comentado que muchas veces no entienden el problema del cual se queja el paciente. Y les crea un dilema tener que recetar un fármaco que saben no va a servir, pero que el paciente exige para que se respete su pena o malestar. También, otros expertos, proceden a recetar algún fármaco inofensivo, homeopático o natural para aliviar la ansiedad. Algunas veces funciona, pues se produce el llamado efecto placebo.
Asimismo, el entrevistado nos afirma que “ha aumentado el consumo de antidepresivos y ansiolíticos” (atención psiquiátrica con intención de regular el sistema neuronal), y confirma que “hay un distrés psicológico en el trabajo, especialmente en el colectivo sanitario y socio-sanitario”. Y, abunda el doctor citado, “ocho de cada diez [80%] sufren ansiedad o depresión, de forma más importante en hospitales (comparado con Primaria)”.
Es cierto que nuestra vida y los personales y concretos problemas de cada uno son una parte del distrés, esto es evidente. Y luego hay que considerar la naturaleza de cada uno en cuanto a sus particulares capacidades y necesidades respecto de un complicado entorno social. Pero, si encima de todo esto, el puesto de trabajo, que es donde estamos el mayor tiempo de nuestro tiempo, implica un desorden emocional, una insatisfacción, una indecisión en las tareas, entonces sí que se produce un buen cóctel para invocar al espectro de la depresión, del abatimiento, del declive, del desánimo y desaliento, de la tristeza, momento en que nuestro estado anímico provocará somatizaciones, y éstas podrán afectar de distinta forma o grado a nuestro cuerpo, entrando por supuesto a afectar al sistema neuronal, a su particular bioquímica; de ahí que luego nos encontremos con la afección psiquiátrica.
No se trata de afirmar que todas las organizaciones tengan esta especie de corrupción en el trato humano, sino que quizás la mitad de ellas se encuentran con directores, administradores o equipos organizativos poco hábiles para organizar, planificar, programar y proyectar. Los que dirigen deben tener la suficiente aptitud y actitud para ello. Deben saberse transmitir las reglas y los principios a los equipos, formarles e informarles de las características de la empresa y de las obligaciones, derechos y riesgos. Hay que adecuar materialmente el puesto de trabajo, así como un método funcional propio.
Por eso es que, tanto ANAMIB como otras organizaciones del mismo estilo, deben seguir, deben continuar con su trabajo de denunciar, orientar, atender e investigar y difundir sobre la organización en el trabajo, elemento sin el cual los equipos humanos derrochan energía sin que la productividad dé lugar a mejoras sobre el bien o servicio, suponiendo esto la insatisfacción del cliente o usuario; implicando al final una minoración de los resultados económicos o un incremento de las quejas y reclamaciones (en el caso de la Administración Pública); y, como hemos visto en las manifestación del Dr. Tomàs, un coste elevado para la salud pública.
Muchas gracias.