Víctimas desterradas por psicópatas integrados

Exiled victims by integrated psychopaths

Resumen:

Este trabajo analiza el concepto de integración en nuestra sociedad y cómo en los entornos laborales de hoy, algunas personas sanas son víctimas que terminan desterradas de su sociedad por la acción de psicópatas que por el contrario se encuentran en apariencia perfectamente integrados; y del coste de este fenómeno para la empresa para la sociedad y para el ser humano.

 Summary:

This work analyzes the concept of integration in our society and explores how in today’s work environment perfectly healthy people are victims of psychopaths socially integrated resulting in their being exiled from society. The cost is shared among the company, the society and the victimised human being.

 Palabras clave:

Psicópata, integración social, víctimas, daño psicosocial, acoso laboral, acoso moral, mobbing, coste social, adaptación social, recursos humanos, organización laboral, psicoterror.

 Key words:

Psychopath, social integration, victims, moral psycho-social damage, work harassment, harassment, mobbing, social cost, social adaptation, human resources, work, psychoterror.

Por Ricardo Pérez-Accino

 

 

“existen individuos que tapizan su trayectoria con cadáveres o muertos vivientes. Y esto no les impide dar el pego ni parecer totalmente adaptados a la sociedad.”

Marie France Hirigoyen[i]

 

 

 

  • Integración y segregación. Integridad y disociación.

Vivimos la idea de integración como algo necesario, útil, como un lugar al que tendrá que acudir todo aquel que quiera llegar a algo. Queremos integrar a los emigrantes, y los clasificamos a unos como más capaces de integrarse y a otros como irrespetuosos con nuestro mundo, sin apenas posibilidades de integración. Queremos integrar en nuestro sistema económico a individuos de nuestro entorno, que no pagan sus impuestos ni colaboran, que viven al margen de los usos y costumbres. Y queremos también re-integrar a los delincuentes a través de un sistema de re-inserción social. Queremos integrar todo lo que podamos.

 Sin embargo con cada movimiento hacia la integración de alguien, ponemos más de manifiesto la frontera que aparece entre los integrados y los que se deberían de integrar.  Ponemos en cada caso una línea separadora entre los de dentro y los de fuera, marcamos la diferencia, separamos: desintegramos. La integración en nuestra cultura, en nuestras costumbres, deja fuera de la raya a los diferentes a nosotros, a nuestra cultura y a nuestras costumbres. De modo que en realidad de la integración de la que hablamos habitualmente es de la nuestra, no la de los demás a quienes consideramos ajenos, otros, que pueden estar integrados en diferente sitio.

Nuestro concepto de integración es por lo tanto por sí solo una idea localista y ceñida a nuestro mundo, alejada de una contemplación más ancha de la integración. Cuando hablamos de integración pues, lo hacemos desde un punto de vista cultural.

 Hemos escogido, los que nos sentimos personas integradas en nuestra sociedad, un conjunto de normas, la mayoría no escritas, a las que consideramos código de conducta para pertenecer al grupo de los integrados. Estas normas y costumbres nos dan una estructura, unas posibilidades de relación, límites a nuestras acciones y una mayor oportunidad de relación con otros del mismo grupo integrado.

 Compartir tanto propicia una visión subjetiva del propio grupo y su sobrevaloración.

 Juzgamos lo de afuera por diferenciación con lo de dentro, los demás no son como nosotros, y aunque se haya de estar en constante mejora del sistema, nuestro mundo y valores son los más valorados. Se entiende que las personas entran a formar parte  de los  grupos donde quieren integrarse porque les proporcionarán más seguridad y  posibilidades de todo tipo.

  •  La enfermedad, una frontera

A pesar de la carga de positividad subjetiva del concepto de nuestro mundo –lo nuestro es lo mejor- lo cierto es que el conjunto integrado de nuestra sociedad dista mucho de ser ideal, y aunque algunos calificativos tiendan a representarla como la mejor, como: estado de bienestar, sociedad de desarrollo, etc., lo cierto es que se refieren más bien a los parámetros económicos, o mejor dicho, macroeconómicos, que a los indicativos de una verdadera situación de preferencia para los individuos que componen nuestro núcleo social integrado. Es decir, no son concordantes los datos de nuestra forma de vida occidental en cuanto a los logros en el nivel de vida económicos y sociales, con respecto a otros datos de orden individual como por ejemplo en los niveles de salud mental en los que funestamente se vienen a representar una sociedad inestable y enferma.[ii]

Con arreglo al más amplio concepto de salud fijado por la OMS  que obliga ya a la consideración de los conceptos Bio-Psico-Sociales de la persona para entender su estado de salud, nuestro mundo moderno sí parece seguir un desarrollo positivo en una parte del tratamiento de la enfermedad; en la que se corresponde con las anomalías de su biología, pero sigue habiendo un gran salto en la comprensión de su genuino origen cuanto éste se trata de otras patologías de orden mental[iii]. Y este salto se convierte en verdadero precipicio cuando la raíz de la enfermedad mental se encuentra en deficiencias de carácter social.

El mundo laboral cada día condiciona de modo más certero la actividad social de los trabajadores, ciudadanos candidatos a enfermos en un sistema sanitario en el que con un nivel creciente de especialización, la determinación de las causas primeras de la enfermedad se hace difícil cuando no una labor inabordable.

 El perfil de empresa triunfadora en el entorno que integra nuestra sociedad, es el de una empresa competitiva, innovadora, ágil y en permanente adaptación al mercado. Calificativos estos que a veces por sutiles matices esconden una realidad agresiva, violenta, marcada por el estrés y por drásticas reestructuraciones; que inciden sobre unos trabajadores participantes de una actividad insana de la que se vienen derivando multitud de problemas para la salud mental, que deteriorada, dispara una serie multiforme de patologías que nuestro sistema sanitario trata de forma altamente especializada, pero de manera asíncrona y desasida de sus orígenes causantes.

 A estas circunstancias, y sin ser ajenos a ellas, se suman otros factores, como la precariedad laboral o la lejanía de nuestra actividad laboral de un trabajo sano desde el punto de vista del ejercicio de la creatividad, tan realizadora para la persona; o incluso del grado de enajenación que los trabajos en la actualidad tienen, por usar el término que tan adecuadamente utiliza Erich Fromm para describir el inmenso grado de abstracción y lejanía de un producto elaborado final en nuestros trabajos de hoy[iv]; caldo de cultivo inmejorable para la germinación de enfermedad.

 Las estadísticas de que disponemos para el análisis de la enfermedad en nuestra sociedad nos dan una imagen detallada de las cuantificaciones por patologías concretas conforme a los repertorios sanitarios establecidos y aunque nos ofrecen poca información sobre el posible origen mental en su génesis, por comparación con los informes de otras culturas sí que parece evidenciarse una especial virulencia de las afecciones psicopatológicas en nuestro mundo frente a de otras sociedades. Toma cuerpo por ello la tesis de que la sociedad que avanza industrialmente es más generadora de daños psíquicos que las sociedades menos evolucionadas, que por este hecho resultan más adaptadas que la nuestra. Al menos en este aspecto.

  • Una sociedad enferma

Tan evidente como manido este argumento se viene utilizando junto a los apelativos que nos clasifican como la más avanzada de las civilizaciones. Es un hecho que nuestro mundo es el “primer mundo” y que gobierna y dicta las normas, que globaliza, segrega e integra según sus propios criterios. Esto sin embargo es perfectamente compatible y coincidente en el tiempo con la circunstancia de que nuestra sociedad está enferma. Lo está y no solo por haber perdido los valores que como tales eran considerados hasta no hace mucho. En la actualidad los valores parecen ser otros, no es pues que nos hayamos quedado sin ellos, que se hayan esfumado sino más bien que son los de orden económico, los que han sustituido los anteriores de corte moral, humano o religioso. Tal parece que los códigos éticos y morales de nuestro mundo hayan evolucionado, involucionado para los ojos de nuestros antepasados, u optimizado, si lo miramos con nuestros modernos ojos empresariales.

 Pero no solo eso, más bien como consecuencia de ello, los sujetos que componen nuestro mundo están más enfermos. Si bien es cierto que algunas enfermedades están siendo sometidas, especialmente las infecciosas, otras emergen en cantidad alarmante y estas son en  primer orden la patologías mentales, y más difícil ya de determinar, las enfermedades que son originadas por estos desordenes, las enfermedades psicosomáticas. Las cifras que se conocen en relación a este tipo de patologías suponen datos preocupantes y al tiempo muy reveladores de la verdadera situación de nuestro mundo avanzado. Los incrementos en las consultas por trastornos mentales y especialmente en el consumo de fármacos[v] con este origen retratan una población que camina hacia unas tasas de desequilibrio tan elevadas como probablemente inexplicables sin la consideración de un sistema social corrupto, en cuanto a desintegrado. Y entre estos indicadores de forma muy especial se destaca el incremento en el consumo de antidepresivos y ansiolíticos [vi].

 La falta de creatividad de la mayoría de las ocupaciones y el atomismo de la función laboral impuesta por la especialización, junto con las incesantes adaptaciones necesarias en el mundo laboral hacia nuevos mercados, hacia nuevos objetivos, nuevas estructuras, etc., están produciendo un rechazo en los órganos que componen el elemento social generándose patologías adaptativas crecientes. Parece que se hubiese cumplido la profecía de Stevenson cuando anticipó no corremos peligro de convertirnos en esclavos, sino de convertirnos en autómatas.[vii]

  • Una empresa moderna

En nuestra sociedad son los principios económicos los rectores de la vida, y de la política, social, laboral, y personal. Y el elemento de trabajo de la economía es la empresa. La empresa moderna dispone de sus medios de producción con estrategias diseñadas necesariamente a corto plazo por su inmersión en un mundo cambiante, y donde el objetivo fundamental es el rendimiento para el propietario sobre el capital invertido. Propietario que cada vez con mayor frecuencia se sirve de gestores para el desarrollo de la actividad empresarial, quedando como única actividad para él la simple acción de arriesgar su patrimonio. El empresario (en cuando a dueño de la empresa), es pues de todos en el entorno laboral paradójicamente quien menos tiene que ver con la actividad empresarial, se desentiende de los procesos internos de gestión y únicamente evalúa la  eficacia de sus directivos en función de los resultados, y no sobre los procedimientos empleados. Si se consigue el objetivo marcado retribuye lo acordado a sus gestores; si no, los sustituye por otros. Se han dejado de considerar otros valores diferentes de la consecución del objetivo de referencia.

 Los mandos intermedios en este sistema empresarial o asumen los roles necesarios para este planteamiento, o no sirven para su labor y son rápidamente sustituidos por otros con mayor nivel de conformidad, de identificación con la empresa. Así para el propietario, los elementos que constituyen su empresa no son  otra cosa que simples recursos. De esta forma, usa los recursos financieros para sus fines, usa los recursos inmobiliarios para sus fines y usa los recursos humanos para sus fines. Todo son recursos y todos son usados simplemente como eso, como recursos. Se cosifica a los trabajadores que pasan de ser elementos con poder para modificar su entorno por sus capacidades creativas, a elementos de consumo empresarial.

Esta disposición del nuevo mundo laboral requiere de una conformidad e identificación empresarial de los implicados reñida con otras visiones y capacidades de la persona que se ve obligada de esta forma a la renuncia de sus potencialidades personales en favor del resultado fijado como objetivo por la empresa. En realidad no es tan moderna esta concepción, ya Emerson en siglo XIX, hace dos siglos, anticipaba esta situación: En todas partes, la sociedad conspira contra la hombría de sus miembros. La virtud más exigida es la conformidad.

 

Pero tanta conformidad con un plan que carece de cualquier consideración humana es desestabilizadora, y adaptarse a este plan supone pagar sus consecuencias en forma de enfermedad.

  •  El nicho ecológico

Esta sociedad economicista demanda para su desarrollo elementos capaces de dirigir los recursos humanos desde un planteamiento exclusivamente productivo de objetivos inmediatos y los encuentra entre aquellos que son capaces de aislarse de cualquier otro planteamiento o directriz distinta de aquel objetivo fijado como diana para los planes de futuro de la empresa; evidentemente prescindiendo de cualquier matiz ético que por su propio significado choca directamente con el interés de la empresa así diseñada. Un proyecto empresarial de estas características –moderno e integrado en los valores de un mundo globalizado- requiere de personas capaces de pasar por encima de todo, y, por esa ruta directa al éxito, pasar incluso sobre los intereses personales de quienes componen la unidad laboral. Necesita en definitiva este tipo de moderno proyecto empresarial de conductores que sepan dirigir a los recursos humanos hacia el éxito empresarial fijado; o lo que es lo mismo personas que sean capaces de cosificar las personas trabajadoras y convertirlas en recursos humanos de la empresa. Así analizada esta función de tratar como cosas a los trabajadores y no como personas, repugna necesariamente a todo individuo que disponga de algún tipo de principio ético ya que el ejercicio laboral así entendido le obliga a desdoblarse entre lo que piensa y lo que hace produciéndose la desintegración entre sus aspiraciones personales y las exigencias laborales.

 Con el perfil laboral necesario para el desarrollo de una labor en estas circunstancias, se restringe notablemente las posibilidades de elección a la hora de seleccionar a alguien que sea capaz de poner por encima de todo los fines de la empresa. Y dentro del arco de posibles candidatos a estos puestos entran a formar parte personas con una gran ambición material y escasas aspiraciones humanistas, con una gran capacidad de identificación con la empresa y una mínima identificación con los planos humanos de ella. Se hace necesario buscar estos ahora más escasos candidatos de entre los poco escrupulosos moral y éticamente hablando, de entre las personas poco empáticas,  con dificultades para ponerse en el lugar de los demás. Los más fríos, los menos afectados por avatares humanos –extra empresariales- los únicos capaces de mantener los planes y objetivos por encima de todo. Con la necesidad de encontrar personas con este perfil, el nicho ecológico que hasta ahora venía siendo desempeñado por encargados, jefes o cargos responsables, está en nuestros tiempos siendo ocupado por otro tipo de especímenes mejor adaptados al medio: los psicópatas.

En una época en que el mundo del trabajo se ha vuelto cada día más despiadado, se efectúa una especie de selección natural que coloca a los perversos narcisistas en lugares estratégicos. Como son fríos, calculadores y carecen de estados de ánimo, sabrán privilegiar los elementos racionales sin permitir que los azares humanos les conmuevan. A grandes rasgos, son individuos que saben abrirse camino en las empresas y las administraciones, ya que son hábiles y seductores. Saben utilizar, para su provecho exclusivo, el vínculo de subordinación que les permite esclavizar al otro. La empresa, como todos los centros de poder, tiende a atraer a los individuos narcisistas y a permitirles un amplio margen de acción. Su peligrosidad no sólo es relativa a sus actitudes, sino también a su poder de seducción: saben arrastrar a un grupo a la perversidad.[viii]

 

  • Objetivo dominar

La empatía es una característica especialmente insoportable para el acosador, cuya naturaleza psicológica, como se verá, es ante todo «no empática» o psicopática. La empatía supone la capacidad de situarse en la perspectiva del otro ante un problema o vivencia. La psicopatía es todo lo contrario… Todos los investigadores en esta materia coinciden en señalar lo imposible de la tarea de hacerle tomar conciencia a un «psicoterrorista» institucional del sufrimiento de su víctima o de la perversidad de su propio comportamiento [ix]

 Los llamados perversos narcisistas están llegando así, por razón de una selección natural de nuestro entorno social-laboral, a ocupar puestos clave para la organización de los departamentos antes llamados de personal y la consecuencia está siendo unas patologías no nuevas pero sí en un número e intensidad no conocidos hasta ahora. La particular forma de entender la vida de estos psicópatas encaja perfectamente con una dirección deshumanizada, que cosifica a los trabajadores pero que va más allá de la mera función empresarial, pues el psicópata organizacional busca el dominio no por un sentido mejorable de la función laboral sino por sus necesidades de control patológicas y por su afán destructor de todo lo que le pueda poner en riesgo la idea errónea que de sí mismo posee.

 Sus métodos sin embargo están adaptados a los usos de las sociedades modernas y por ende no pueden ser groseros o faltos de una apariencia de normalidad. Establecen estrategias de dominio basadas en el maltrato con sutiles y admisibles sistemas de violencia psicológica no menos destructivas; …. El fenómeno Mobbing, acoso moral en el trabajo, raramente está caracterizado por la agresión física, sino más bien por otras formas de agresión más sofisticadas… [] ….en términos de dinámica de sistemas, tales actividades van destruyendo los mecanismos éticos de corrección de excesos (retroalimentación negativa), sustituyéndolos por sus opuestos de retroalimentación positiva, donde violencia conduce a más y más violencia, hasta la aniquilación; y la difusión de la responsabilidad en el grupo y en la sociedad, a la moral de victoria más cínicamente pragmática [x]

En la actualidad han proliferado numerosas iniciativas para colaborar con la erradicación de este tipo de violencia laboral, tanto desde del ámbito asociativo como desde el sindical y, más tímidamente, desde el legal y en el quehacer de los órganos responsables de la prevención de riesgos laborales. No obstante estas iniciativas, los resultados prácticos están siendo aún limitados debido entre otros muchos factores a que se continúa con el análisis de una sola de las partes en conflicto: la víctima. Se obvia el estudio de la patología del agente violento y del territorio laboral sobre el que se desencadena, lo que acarrea una tendencia a la vinculación de las consecuencias en materia de riesgos psicosociales hacia la víctima, en lugar de apuntar a origen real y motor de estas situaciones de riesgo.

 La “lucha” entre acosado y acosador es análoga a la del Estado de Derecho con la delincuencia organizada; pero tremendamente más desigual, asimétrica, estado y acosado, se defienden con los recursos definidos de la legitimidad, frente a los ataques indefinidos de un poder fáctico enmascarado en la connivencia de un colectivo.[xi] Podríamos incluso llegar a decir que peor, ya que en esta lucha del estado contra los delincuentes sí que se da prioridad a la investigación de los sospechosos; no es así en los casos de acoso laboral donde se agotan los procesos sin ser investigados de forma objetiva y el fin del proceso suele ser la exclusión del individuo de su entorno social-laboral. El mobbing busca obtener un efecto perverso: la destrucción, el sometimiento o la exclusión de un trabajador.[xii]

 

  • La administración caldo ideal

El panorama no es mejor en la administración con respecto a este problema. Podríamos decir incluso que para un maltratador patológico su medio ideal es este pues no hay que olvidar que se trata de una obsesión destructiva patológica la del acosador perverso con respecto a su víctima y, solo desde esta óptica se puede llegar a entender que lo que realmente busca es su destrucción total, no la mera eliminación de su entorno: se trata de «depredación», es decir, de un acto que consiste en apropiarse de la vida[xiii]Siendo la administración un terreno legal en donde el trabajador acosado no se puede zafar de la violencia pues carece de posibilidad alguna de negociar un despido, posibilidad inexistente en la relación funcionarial, la administración se convierte en el escenario ideal para un acosador pues le permite agredir sin dar posibilidades de defensa o huida a su víctima, la cual en muchos de los casos, o renuncia a sus derechos o paga con su exclusión laboral y social su resistencia, con su salud o incluso con su vida en los casos extremos de suicidio.

 Desde esta perspectiva, la administración pública, parece haber abandonado o haberse alejado de los criterios de selección de los cargos de mayor responsabilidad con arreglo a baremos de idoneidad y mayor capacitación, para ser sustituidos por otros que garantizan una mayor fidelidad al principio de jerarquía y aseguramiento de las líneas de dirección. Se produce de esta forma una disminución de la eficacia con incremento de una medianía ó “mediocridad”, a que se supeditan criterios de productividad objetiva y respeto de los derechos humanos, a otros que propician un mayor control de la línea directiva coyuntural, pero que ocasiona que aquellas facultades que el estado delega en su administración, sean ejercidas de forma poco ágil, y que limita y en ocasiones elimina, a los elementos humanos mejor dotados pero con una mayor dependencia a principios de moral y ética que a los de subordinación.

 Otra de las consecuencias de la aparición de casos de acoso moral en el trabajo en estos ámbitos laborales de derecho público es que la política de dirección fluctúa, y, con objeto de soslayar la existencia de personas con criterios de moralidad y ética rígidos, se llegan a producir situaciones de acoso por fracasar los intentos de compatibilizar unos y otros principios de actuación.[xiv] La proliferación de estos casos en la administración ha sido tal que ha sido motivo de mención especial del Defensor del Pueblo en su informe anual. [xv]

  • El coste de la ignorancia

En esta revisión de las consecuencias del quehacer de nuestros psicópatas integrados podría llegar a concluirse que siendo así que ocupan su lugar por meritos propios, por una deriva evolutiva de nuestra sociedad, no existe salida a la situación actual en cuando a los daños derivados por su acción.

 En absoluto es así.

 Esta es la visión de una parte de nuestro entorno que aún no ha descubierto que esta permisividad, este despilfarro social de mandar a la enfermería a tal cantidad de trabajadores pagando la cuenta sanitaria el ciudadano con sus impuestos, y la cuenta de mayor coste, la exclusión social, la víctima; y en donde la empresa que lo permite o fomenta parece salir del proceso con beneficios económicos; son una visión incorrecta, torpe y propia de un análisis superficial y equivocado. Con solo considerar el gasto farmacéutico ocasionado deberá bastar para confirmar las consecuencias. Solo en Cataluña Salut no logra frenar el consumo de psicofármacos que recetan los CAPLas recetas que emiten los médicos de los centros de asistencia primaria (CAP) absorbieron en el 2006 el 22% de todo el presupuesto de la Conselleria de Salut. La demanda de sustancias que tratan al sistema nervioso –antidepresivos, psicoestimulantes y ansiolíticos, entre otros– no deja de crecer. [xvi] Y desde luego el caso de Cataluña no es único [xvii].

 No parece, dadas las tendencias actuales, muy halagüeña la visión del futuro laboral ni parece que fuese a remitir en nada las tendencias crecientes de las patologías derivadas de la acción de los psicópatas laborales integrados.  La visión actual es la de analizar y tratar a las víctimas, pero nada se hace por la sanación de quien, perfectamente adaptado a nuestro mundo laboral, desarrolla la violencia dando paso a la enfermedad y a la exclusión. Deberíamos concluir a la vista de la situación, y así se hace frecuentemente, que los inadaptados son los que no son capaces de resistir la que se describe como agresividad de la “moderna empresa competitiva”,  y que son por tanto unos elementos a integrar; mientras que los psicópatas que proyectando su violencia generan tal cantidad de daño personal y social, son en realidad personas perfectamente adaptadas al sistema. Y esta conclusión, si así la hiciésemos, parecería correcta si únicamente contáramos con el interés de la empresa y no de los individuos que la componen, sus recursos humanos. Pero ni siquiera es esto cierto.

Los psicópatas integrados en la actividad laboral hacen perder a las empresas grandes cantidades y aunque ocasionalmente parecen eficaces en la consecución de logros a corto plazo, destruyen la posibilidad conseguir los objetivos últimos de un proyecto laboral, humano o social, pues no hay que olvidar que su interés es exclusivamente su beneficio personal. Los que detentan algún poder en puestos burocráticos, procuran generar grandes cantidades de trabajo innecesario que activamente impone a los demás para destruir su tiempo útil, e introduce todo tipo de regulaciones y obstáculos destinados a dificultar las actividades realmente creativas.[xviii]

 Por ello en realidad se pierde el elemento más valioso del ser humano, la creatividad, y se le reduce a un mero elemento de la cadena de producción, imposibilitándose a la incorporación de mejora alguna u optimización de cualquier proceso. Los perversos narcisistas, llamados psicópatas organizacionales, dañan profundamente no solo a las víctimas de su acción directa de agresiones, sino que al tiempo llevan su acción destructiva y desestabilizadora al todo el entorno laboral que constituye su enclave operativo de acción. La empresa no sale indemne de sus actos. La envidia que subyace a la agresión sobre todo atisbo de excelencia hace que estos enfermos tiendan a eliminar de su vista a toda aquella persona que ofenda su visión narcisista del universo; lo que indefectiblemente acarrea que los mejores y más brillantes trabajadores sean marcados, agredidos y finalmente eliminados, desterrados de su entorno laboral. Quien pierde este patrimonio no es otra que la empresa.

 Las consecuencias destructoras pues no son relativas únicamente a las  sucesivas víctimas, dado que no paran en su actividad destructora, sino que va mucho más allá destruyendo la organización laboral misma.   Este tipo de personalidad  es particularmente proclive a la envidia, y sufre ante el bien y el progreso ajenos. Mientras que las formas menores presentan simplemente incapacidad para valorar la excelencia, el MIA procura además destruirla por todos los medios a su alcance, desarrollando sofisticados sistemas de persecución y entorpecimiento. Nunca reconocerá, por ejemplo, los méritos que un individuo brillante realmente reúne para lograr un premio o posición, sino que atribuirá todo éxito ajeno a relaciones con personas influyentes o injusticias del sistema. De la misma manera, fácilmente callará cualquier información que permita valoraciones positivas sobre otros, mientras que amplificará y esparcirá todo rumor o dato equívoco que invite a la desvaloración y desprestigio de esas mismas personas.[xix]

 Naturalmente que la actividad violenta sistemática de un psicópata integrado laboralmente en términos generales no se puede explicar únicamente desde el punto de vista de la potencialidad destructiva del psicópata pues en una organización eficazmente organizada existen mecanismos que neutralizan las acciones de acoso y maltrato sistemático. Es necesario para una adecuada explicación del fenómeno en su dinámica acudir a la anómala configuración de la organización laboral que cobija y protege estas prácticas. La clave para su adecuada comprensión no es tanto que determinados individuos se comporten deforma neurótica sino que la organización adopte un estilo neurótico de dirección que De Vries define como paranoide, compulsivo, dramático, depresivo y esquizoide[xx]. Es en los entornos enfermos donde los psicópatas organizacionales encuentran las condiciones idóneas para su violenta acción. El psicópata tiene un tablero gigante, se llama mundo, y las piezas que mueve en su juego se llaman personas. Las personas son su materia prima de trabajo y diversión[xxi].

  •  Tratar la epidemia sin controlar al huésped

De tal grado de integración gozan en estos entornos enfermizos los psicópatas organizacionales que incluso esta resultando muy difícil el estudio y  análisis en profundidad de sus patologías y hasta la realización de proyectos de investigación sobre estos emisores de violencia. Entidades y órganos de investigación continúan, una y otra vez, haciendo estudios sobre el elemento mejor documentado dentro del campo de este problema emergente: sobre las víctimas, sobre las personas violentadas, enfermas y excluidas, sobre los que representan en el estereotipo de sociedad en la que nos desenvolvemos a los perdedores, mientras que algunos de los triunfadores siguen  desarrollando sus psicopatologías sin tratamiento, integrados en una sociedad que los busca y los requiere para llevar a cabo un trabajo que no todo el mundo es capaz de asumir.

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  Hoy, después de cerca de diez millones de años de evolución desde lo estrictamente animal, el motor del Mobbing perverso es una amoral ambición narcisista de poder, como proyecto vital unidimensional, que ataca oportunista e insidiosamente “a todo aquel que se perciba como una amenaza para tan sagrado proyecto” (base biológica, animal, de Mobbing definido por Konrad Lorenz)

Francisco Fuertes [xxii]

 Citas y bibliografía

[i] Marie France Hirigoyen. El acoso moral. El maltrato psicológico en la vida cotidiana. Editorial Paidós. Barcelona 2001.

[ii] Dolores Carcelén. Diario La Verdad. 17.03.2006. Consultar en:   http://www.laverdad.es/albacete/pg060117/prensa/noticias/Albacete/200601/17/ALB-REG-368.html

[iii] Marta Borcha. España triplica en tres años el consumo de antidepresivos. Consultar en: http://hispanismo.org/showthread.php?t=2612

[iv] Erich Fromm. Psicoanálisis de la sociedad contemporánea. Ediciones Fondo de Cultura Económica. Madrid 1983.

[v] Europa Press. 14.02.07. Diario Salud. Consultar en: http://www.diariodesalud.com/diarioSalud/servlets/noticia.jsp?idNoticia=363160

[vi] Evolución del consumo de fármacos antidepresivos en las áreas sanitarias de la Rioja y Zamora durante el periodo 1997-2001. Sainz De Rozas AC et al. Rev. Esp. Salud Pública 2004;78(5):631-645. Consultar en: http://www.boletinfarmacos.org/062005/Temas%20Administrativos%20y%20Sociales.htm#Evolución%20del%20consumo%20de%20fármacos%20antidepresivos%20en%20las%20áreas%20sanitarias%20de%20La%20Rioja%20y%20Zamora%20durante%20el%20período%201997-2001.

[vii] Adlsai Stevenson. Discurso en la Universidad de Columbia en 1954

[viii] Marie-France Hirigoyen. El acoso moral en el trabajo. Distinguir lo verdadero de lo falso. Editorial Paidós Contextos. Barcelona 2001.

[ix] Iñaki Piñuel y Zabala. MOBBING. Cómo sobrevivir al acoso psicológico en el trabajo. Editorial SAL TERRAE. Santander 2001.

[x] Mobbing. Implicaciones sociales y psicopatológicas. Fuertes Martínez, Francisco y Fabregat, M. B.; Peris Pichastor, R. Consultar en: https://www.anamib.com/colaboraciones/MOBBING.PDF

[xi] Mobbing. Implicaciones sociales y psicopatológicas. Fuertes Martínez, Francisco y Fabregat, M. B.; Peris Pichastor, R. Consultar en: https://www.anamib.com/colaboraciones/MOBBING.PDF

[xii] Resultados del Barómetro Cisneros V © sobre la violencia en el entorno laboral de las administraciones públicas. La incidencia del Mobbing y el Burnout en la Agencia Estatal de la Administración Tributarla (AEAT) y en la Intervención General de la Administración del Estado (IGAE). Consultar en: https://www.anamib.com/colaboraciones/agencia20%tributaria.html

[xiii] Marie-France Hirigoyen. El acoso moral en el trabajo. Distinguir lo verdadero de lo falso. Editorial Paidós Contextos. Editorial Paidós. Barcelona 2001.

[xiv] ANAMIB, asociación de ayuda a victimas de acoso moral laboral. Conclusiones a las I Jornadas “No juzgues sin conocer” Año 2004. www.anamib.com

[xv] Diario de sesiones de las Cortes Generales. Comisiones Mixtas Año 2005. VIII Legislatura Núm. 33 de Relaciones con el Defensor del Pueblo. Sesión núm. 4 celebrada el miércoles, 20 de abril de 2005, en el Palacio del Senado.

[xvi] Angeles Gallardo. Barcelona. El Periodico.com. Consultar en:  http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idtipusrecurs_PK=7&idnoticia_PK=450075.

[xvii] Rubén Santamaría. El gasto en antidepresivos y ansiolíticos en Galicia aumenta un 30% en dos años. Diario LA Voz de Galicia. Consultar en: http://www.lavozdegalicia.es/hemeroteca/2004/02/29/2465666.shtml

[xviii] Jose Luis González de Rivera. El Maltrato Psicológico. Cómo defenderse del mobbing y otras formas de acoso. Editorial Espasa Práctico. Madrid 2002.

[xix] (13)     Jose Luis  González de Rivera. El síndrome de Mediocridad Inoperante Activa (MIA). Psiquis, 1997, 18, 229-31.

[xx] Informe Randstad. Acoso Moral (mobbing). Elaborado por el Instituto de Estudios Laborales de ESADE 28 de octubre de 2003. Consultar en: http://www.esade.es/pfw_files/cma/Documents_link/Informe_Acoso_Moral_Mobbing_oct03.pdf

[xxi] Hugo Marietan. http://www.marietan.com/cartas_comentadas/pregpsicop.htm

[xxii] Pregunta ANAMIB: ¿Crees que deben ser denunciados los acosadores a la justicia?

Francisco Fuertes Martínez. Prof. Titular de Ps. Social de las Organizaciones 25.04.2007.

Consultar en: http://mobbingopinion.bpweb.net/artman/publish/printer_3291.shtml